“Salas Vacías”? Así se llamaba la mesa que organizó la DACMI en el 63 Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias. Un grupo de Alados realizó una reunión previa en dónde se trató largo y tendido del acceso de los documentales a las salas, de sus dificultades, de sus posibilidades. Unas semanas después en una reunión online organizada por nuestra compañera Marcela Aguilar se pudo poner en consideración con todas las socias y socios interesados varios aspectos que tienen que ver con el acceso de los documentales colombianos en salas.
Invitamos a escribir estos textos a Diego García-Moreno y a Marcela Aguilar y a reflexionar sobre esta cuestión. Fueron publicados en nuestro boletín mensual de mayo
SALAS VACÍAS?
Por Diego García – Moreno
La escasa asistencia del público a las salas donde se presenta cine colombiano es tema prioritario para las instituciones del sector y quienes trabajamos en su producción y distribución. Las estadísticas muestran curvas descendentes. Se concluye que es una tendencia que afecta a todo el cine colombiano. Pero en el caso del documental no es justa la afirmación. Su ingreso a las salas es muy reciente. Se podría decir que está en ascenso. Lo cierto es que al cabo de una década “los docus” parecen haber llegado a un tope de público, aunque esporádicamente un título sobrepase la media de asistencia.
Las salas no han sido históricamente el espacio del documental en el mundo, pero desde los años 90 en todos los continentes se empezaron a abrir sus puertas dada la calidad, pertinencia de la producción y la valoración de “lo real” por nuevas generaciones inquietas por las problemáticas planetarias. Es un logro que debemos celebrar y velar por mantener. En Colombia, su ingreso se hizo realidad a mediados de la pasada década y en el último año se estrenaron más títulos de documental que de ficción en salas.
Sin embargo, quienes estamos inmersos en el documental y desde hace muchos años luchamos para que llegue a todos los rincones del país sabemos que las salas no son el espacio único y privilegiado para su difusión. Las reconocemos como una ventana muy importante que sirve como trampolín mediático, escala de valoración social y artística, calmante para el ego de los realizadores que nos sentimos reconocidos como cineastas, pero sabemos que hacen parte de un sistema de exhibición diseñado básicamente para el cine comercial de ficción y, por ende, las particularidades del cine de lo real no son aprovechadas en toda su dimensión. -A tener en cuenta también la carencia de salas en los barrios de bajos estratos en las grandes ciudades así como en los municipios y veredas de todas las regiones de Colombia.-
Sabemos que el documental incumbe a todos los estamentos de la sociedad. Cuanto aspecto del accionar humano genere inquietudes, allí está presente con sus relatos. Lo social, lo ambiental, lo económico, lo cultural y lo político, la salud, la justicia, etc. Por ello Proponemos declarar el cine documental un bien de interés social y cultural y la creación de un fondo con capital interministerial y privado para la difusión y apropiación del cine documental.
El fondo se alimentaría con aportes de los diversos ministerios -Educación, Medio Ambiente, Cultura, Justicia, Ciencia y Tecnología, Salud, Agricultura, etc.- y podría recibir aportes de la empresa privada, de acuerdo a estímulos fiscales que se diseñen para ello. Para su funcionamiento, se crearían nuevos estímulos por convocatorias públicas, diseñadas de acuerdo a sus propósitos.
Consideramos que es el momento, después de la exitosa ruta que ha cumplido la ley del cine con la implementación del FDC, el CNACC y Pro-imágenes, de complementar su accionar con un nuevo departamento dedicado a la distribución y promoción del documental utilizando estrategias de distribución de impacto.
Una experiencia de distribución alternativa.
Personalmente, tras varias experiencias de distribución alternativa exitosa a principios de la década pasada, cuando aun las salas no estaban abiertas para “los docus”, me lancé al país con dos largometrajes documentales que realicé convencido de que tenía algo para decirle: “El corazón”, y “Beatriz González ¿Por qué llora si ya reí?”. Una película abordaba el conflicto desde la salud, y otro desde el arte y la muerte. Para lograrlo debimos alejarnos de los mecanismos tradicionales de financiación cinematográfica, analizar quiénes eran los posibles financiadores de estas osadas aventuras, buscar medios alternativos de difusión, encontrar los hilos que nos llevarían a las regiones, cuál era el equipamiento logístico y técnico para difundir las películas.
El contenido temático de ellas nos trazó el camino. La salud nos llevó a las cajas de compensación, las farmacéuticas, las universidades, las secretarías de salud. El arte y su relación con la muerte nos llevó a los espacios funerarios, las secretarías de gobierno, las organizaciones de víctimas.. Debíamos vender las ideas. Sabíamos que un espectador no pagaría en un pueblo por ver un documental. Pero sí las empresas y entidades relacionadas con el tema tendrían una oportunidad de mostrar su compromiso social y promover su marca. Las campañas para atraer el público requerían de invención, tendríamos que pensar la distribución como un arte y así convertimos cada acción en un evento de cine, arte y reflexión. “Proyectando el corazón” y “Proyectando memoria” visitaron centenas de pueblos y llegaron, solo en un día en simultánea en 150 municipios del país a reunir 75 mil espectadores. Pero no eran salas amparadas por el Sirec. La contabilidad no estaba regida por las ley del cine. Entrábamos en una práctica que hoy llaman globalmente “Distribución de impacto”. Estábamos llegando a las gentes y el diálogo social encontraba un estímulo contundente para realizarse, estábamos cumpliendo con el propósito del cine documental de hacer reflexionar, esperando cambios de actitudes en el accionar social y político, pero con reglas de funcionamiento diferentes a las contenidas en el normal funcionamiento del cine.
Traigo esta experiencia a cuento porque cuando hablamos de llenar las salas, no estamos abarcando las posibilidades de difusión que tiene el cine documental y creo que debemos crear mecanismos de apoyo que borren la sensación de que nadie va al cine. La contabilidad oficial de las entradas al cine está reducida a las salas. Las cifras de asistencia a eventos que ocurren en otros espacios deben entrar en la contabilidad del cine, pero hay que formalizar esas prácticas para mostrar el verdadero alcance del cine colombiano. Estamos seguros de que las nuevas estadísticas justificarían la inversión que realicen las entidades que financien el Fondo para la Promoción y Distribución alternativa-de impacto del cine documental.
A nivel de infraestructura, el país cuenta con casas de cultura en todos sus municipios, Bibliotecas, colegios, discotecas y cementerios, aeropuertos, parques y espacios abiertos, por doquier. Las proyecciones en espacios cerrados son ideales, pero no obligatorias, La evolución de proyectores, la interacción espacio película puede potenciar la experiencia de asistir en comunidad a ver una película. Tendríamos, eso sí, que regularizar una periodicidad en la exhibición para que el cine haga parte de los hábitos culturales del país.
Convirtamos el territorio en una gran pantalla.
Diego García Moreno.
Ideas Aladas para el acercamiento del documental a los públicos y las audiencias colombianas.
Por Marcela Aguilar
El martes 30 de abril se llevó a cabo una reunión con parte de la Aladería (unas 19 personas) para hablar sobre el tema de fortalecimiento de audiencias de cine colombiano. Como ya es bien sabido, hay una preocupación por la asistencia de públicos a las salas y especialmente a las proyecciones de cine colombiano. Aunque no es un fenómeno local, pues es una tendencia post-pandemia alrededor del mundo, nos inquieta el buscar posibles vías que faciliten el acceso de los distintos públicos al cine colombiano en general, y en particular al documental, tanto en las salas de cine como fuera de ellas.
A continuación se presenta un resumen general de algunas de las ideas presentadas y discutidas en esa reunión, no sin antes aclarar que algunas de ellas ya tienen avances y algunxs voluntarios que nos pueden ayudar en la puesta en marcha de las mismas:
1.Ampliar el número de salas SIREC y ayudar a facilitar su registro, llegando a salas concertadas, universidades, cineclubes, casas de la cultura, colegios, etc., donde ya haya capacidad instalada y que permitan tener una oferta permanente todo el año.
2.Incidir ante la DACMI para que los públicos de los festivales y otro tipo de escenarios de proyección alternativos sean tenidos en cuenta en el SIREC (o en cualquier otro sistema que permita medir su impacto) y estas cifras sean tenidas en cuenta para los estímulos de distribución y promoción.
3.Conocer mejor los públicos y fomentar entre les directores de documental una serie de “buenas prácticas” si de pensar en estos se trata (desde el inicio del desarrollo de un proyecto documental, hasta su salida a salas, ej: grupos focales, visionados de prueba, funciones de prensa, y otras estrategias que hayan sido exitosas y que quizás en algunos casos se puedan replicar).
4.Conocer mejor los públicos, tratar de entender dónde están las nuevas audiencias y sus nuevas formas de consumo, para entender a dónde, o a qué espacios, deberían llegar nuestras películas.
5.Cambiar de actitud con respecto a la distribución de documental y no pensar en las salas y en las cifras, como la única forma de medir su impacto. El documental tiene un origen social y debe responder a otras dinámicas de circulación. Repensarnos el para qué y para quién(es) hacemos documental, para qué distribuimos, cuál es el lugar del documental en la sociedad y si el fin es conseguir cifras de espectadores, o aportar a los cambios sociales del país, puede ser de utilidad en este momento.
6.Fomentar la curaduría entre las distribuidoras con el fin de que el único camino de un documental no sea llegar a salas de cine, o un estímulo, sino que en las distribuidoras se pueda tener una asesoría sobre cuál podría ser la mejor ventana para cada documental (ej: televisión, festivales, ruta por universidades, etc.).
7.Incidir ante el CNACC para que los estímulos de distribución incluyan otros gastos aceptables relacionados con la circulación alternativa, como por ejemplo gastos de transporte para llevar públicos de colegios a las salas de cine.
8.Hacer una labor de incidencia que permita difundir la propuesta de reconocer el documental como “bien de interés cultural” para facilitar la gestión de recursos a nivel nacional y regional, desde otras entidades distintas a las relacionadas con el cine y el audiovisual.
9.Acercarse a la TV pública, la cual cubre casi todo el país y donde en años anteriores el documental ha tenido espacios exitosos de difusión.
10.Generar nuevas ventanas de consumo, por ejemplo, creando paquetes de documentales que puedan circular de manera articulada por espacios académicos y cineclubes, entre otros, acompañados de estrategias pedagógicas de acuerdo a cada contexto (material pedagógico, curricularización en universidades y colegios, etc.).
11.Incidir en la generación de nuevas formas de distribución (o distribuidoras) especializadas en colegios, universidades, cineclubes y otros espacios alternativos.
12.Solicitar a las salas comerciales mayor tiempo de comunicación sobre las ciudades y salas donde se exhibirán las películas, además de mejores horarios para las proyecciones.
13.Otras ideas: Fortalecer la red de salas públicas, exigir el cumplimiento cuotas de pantalla, replicar en distintas ciudades el modelo del programa Salas Asociadas de la Cinemateca de Bogotá, fomentar una campaña de reconciliación con nuestra(s) identidad(es), repensar una ruta apropiada para circulación de cortos y mediometrajes, fortalecer infraestructuras regionales, apoyo a la creación de un “bono” para que algunos sectores poblacionales puedan generar hábitos de acercamiento, consumo y gasto en actividades culturales.
Finalmente, vale la pena resaltar también, que algunas de estas propuestas ya se han venido discutiendo en distintos escenarios, y están siendo incorporadas en la actual propuesta de reforma a la Ley de Cultura en Colombia.
Marcela Aguilar Pardo
Representante por directores(as) CNACC